jueves, 16 de septiembre de 2010

Una experiencia inolvidable, hoy Claudio Daniel La Torre.

Cuando hice mi primer taller, en octubre 2009, vi el video de la cruzada y entendí que no podía seguir viviendo al margen de las penurias que soportaban esas personas dentro de mi país (alguna vez el granero del mundo) a quienes cosas elementales, como el agua eran para ellos un artículo de lujo.
Entendí también que iniciar un taller de liderazgo si bien no era la cruzada, me comprometería a hacer la diferencia.
Junto con mi Familia, “Los Castañares” colaboramos con merendero “Pro vida” en Merlo.
Me puse a disposición de la Fundación para hacer lo necesario para viajar, en alguna de las próximas cruzadas.
Apenas pude contar con carteles de publicidad de la Cruzada los distribuí por la Ciudad de Francisco Álvarez y en los country aledaños, así como también en el servicio de Charter con el que viajo a diario a Capital.
Inmensa fue mi alegría cuando recibí el llamado a la primera de las reuniones donde se informaría sobre los preparativos del viaje, contándome como uno de los “Voluntarios”.
En cada visita a la Casita donde se guardaban las donaciones observaba la pasión con trabajaban los colaboradores para alistar la mercadería a llevar, todo debidamente acondicionado, la ropa limpia, cosida, en cajas, rotuladas indicando especificación, peso y número de bulto, y colocado en lugares específicos según su naturaleza: comida, ropa, medicamentos, herramientas, agua etc.
En días completos de trabajo, todos estaban dispuestos sin discusiones, sin enojos, sin reclamos, todos bajo un solo lema: “Hacer lo que sea necesario para llegar a la vision de vida q tenemos”.
El domingo 25 fuimos citados a las 16 hs. para empezar con la carga de los camiones, también era notable la predisposición de la corriente cálida, que en pocas horas teníamos todo listo para salir en la caravana.
Todo dispuesto, empezó el viaje pasada la medianoche, Cristina Sánchez, María, Julietta, Inés, Juan Pablo, Agustín, Claudio, Leonardo, y yo.
A pocos kilómetros, supimos que iba a ser una tarea pesada el acompañamiento de los dos camiones; primero deberíamos ir a Resistencia y de allí a Comandancia Frías (en el centro del Impenetrable) a tan sólo 70Km por hora.
Por eso decidimos partir la comitiva en dos partes: un grupo seguiría al camión más rápido hasta Resistencia y de allí a Comandancia Frías y otro con el camión más lento, directamente al destino final.

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